También se estaba fundando el Primer Instituto de Enseñanza de Ciencias Exactas de la Argentina, donde por reglamento, escrito por el propio Belgrano, se establecía que una gran parte de las vacantes debían ser otorgadas a los indios y a los huérfanos, por ser desposeídos y quienes más lo necesitaban. Eran los esbozos de una política social que estaba adelantada por más de un siglo a su época.
En la Escuela se gestó otra institución que hasta hace poco tiempo estaba casi totalmente olvidada y que demuestra la presencia fundamental de una fuerte cultura, el Tercio de Gallegos. Ambas están íntimamente ligadas con el momento en que surge la idea de Argentina como nación...
Finalmente el pequeño ejército invasor conquistó tranquilamente la Ciudad de Buenos Aires en la tarde del 27 junio ante el abandono que hizo Sobremonte, que posteriormente argumentó que había salido a reunir milicias para recuperar la capital del Virreinato del Rio de la Plata y poner a salvo las Cajas de Caudales. Beresford izó la Unión Jack en el Fuerte, tomó posesión de estas tierras y pidió obediencia al rey Jorge III. También exigió la devolución del tesoro, que apenas obtuvo lo envió inmediatamente a Londres.
El Capitán de Fragata Don Santiago de Liniers y Bremond, un francés al servicio de España, cruzó secretamente el Río de la Plata hacia Montevideo. Se había decidido a encabezar la resistencia. Para el 4 de agosto inició, desde el Tigre, una lenta marcha a fin de aumentar su fuerza con los soldados dispersos y la población. En las primeras horas del 12, con un ejercito improvisado contra soldados experimentados ubicados en una posición defensiva y fortificada, comenzó la reconquista de Buenos Aires. Los ingleses defendieron tenazmente los edificios que rodeaban la Plaza Mayor, principalmente el Cabildo y la Catedral, pero ante la presión de las tropas españolas, terminaron por refugiarse en el Fuerte y levantaron la bandera de parlamento. Se les exigió la rendición incondicional y los británicos no tuvieron más remedio que claudicar. En la casa de Liniers – en la calle Venezuela 469 – se acuerdan los términos de la capitulación con un Beresford totalmente abatido, ya que la invasión, que sólo fue un acto de piratería en busca de los caudales, no había sido ordenada por su gobierno.
Así culminaron los 46 días en que Buenos Aires fue dominación inglesa, en donde fue tratada como una simple factoría y la población local padeció una mayor discriminación producto del racismo instalado en la sociedad del imperio británico.
...Una ciudad en pie de guerra:La ciudad deliró durante dos días hasta que retornó a la vida cotidiana, pero con otra actitud. Se convocó a un Cabildo Abierto en el que los vecinos principales exigieron que el Virrey cediera el gobierno militar de la ciudad a Liniers, que a esta altura era totalmente idolatrado. Se lo comunicaron a Sobremonte, a quien no le quedó otra opción que aceptar y delegar el mando político en la Real Audiencia. Así es como los habitantes de Buenos Aires impusieron su voluntad al Virrey. Una nueva relación de fuerzas se vislumbraba en el Virreinato del Río de la Plata. Una ciudad americana empieza lentamente a imponerse sobre la autoridad real.
En virtud de esta situación y para prever una nueva invasión, se reforzaron las defensas, se tomaron precauciones para que no faltaran armas, pólvora ni municiones. El 12 de septiembre de 1806 Liniers ordenó formar milicias populares. La organización se hizo con muy buen criterio desde el punto de vista militar. Se agruparon en regimientos según el origen, cuestión que permitió generar una adecuada cohesión y un espíritu de cuerpo.
...Nacimiento del Tercio de Gallegos:El regimiento o Tercio, como se denominaba desde el siglo XVI a estos cuerpos militares en España, ignorado por la historia hasta hace muy poco tiempo, fue nada menos que el segundo cuerpo armado de nuestra nación. El Tercio de Voluntarios Urbanos de Galicia, o Batallón de Galicia, o Batallón de Voluntarios de Galicia, o simplemente el Tercio de Gallegos, nació el 17 de septiembre de 1806.
¿Cómo se juntan esos 600 hombres? Básicamente surgen de dos instituciones: la “Congregación del Apóstol Santiago el Mayor, de Hijos y Oriundos del Reyno de Galicia” y la Escuela de Náutica, cuyo director fue el creador y comandante del Tercio, el ya mencionado ingeniero gallego Pedro Antonio Cerviño. En esta institución se impartía instrucción militar, ya que en ese momento los mercantes estaban artillados por los ataques de los piratas, por lo cual también se lo puede considerar el primer colegio militar de Argentina.
La larga tradición marinera del pueblo gallego hizo que la Escuela de Náutica se encontrara realmente acaparada por personas de ese origen o de sus descendientes. Por eso, entre los profesores y alumnos que secundaron a Cerviño se destacaron como los más notables, el vice director, Juan Carlos O’Donnell Figueroa, nacido en Galicia pero con ascendencia irlandesa; los cadetes Bernardino Rivadavia, quien posteriormente fue el primer presidente argentino en 1826 – que además era familiar de Benito González Rivadavia, uno de los fundadores de la Congregación del Apóstol Santiago e integrante del Tercio -, y Lucio Norberto Mansilla, criollo de origen gallego, que luego cruzó los Andes con el General San Martín y después comandó las tropas en batalla más significativa de la soberanía argentina: el combate de la Vuelta de Obligado.
En cuanto a la Congregación del Apóstol Santiago, que se había constituido en 1787, aportó la gran mayoría de hombres que integró el Tercio y también el segundo comandante, José Fernández de Castro. En las banderas de aquellos voluntarios figuran los símbolos del estandarte de la Congregación. Esta agrupación, que unía a los gallegos en Buenos Aires, era una organización que prestaba ayuda, con lo cual probablemente sea la primera institución mutual gallega en el exterior, algo para tener muy en cuenta dada la notable trascendencia que la emigración ha tenido por siglos en el pueblo gallego.
...el reglamento de esta unidad, en el que se destaca que sus comandantes y oficiales eran elegidos democráticamente por la tropa......La segunda invasión
Los ingleses se encontraban sumamente satisfechos con la conquista que Beresford y Popham habían conseguido. A tal extremo llegaba la euforia que a mediados de septiembre de 1806 el Times manifestaba que “Buenos Aires en este momento forma parte del imperio Británico, y cuando consideramos las consecuencias que de esto se deducen por su ubicación y su capacidad comercial, además de su influencia política, no sabemos cómo expresarnos acerca de las ventajas que se derivan de la conquista. Como resultado de semejante unión, tendremos un mercado continuo para nuestras manufacturas…”. Cualquiera se puede imaginar la cara que habrán puesto cuando se enteraron de que zapateros, campesinos, artesanos, herreros, etc, los habían derrotado tan contundentemente. Una nueva expedición, con 12.000 soldados, al mando de John Whitelocke partió con destino al sur para dar cuenta de esos “insolentes”. Para dar una idea de lo que militarmente significaba esta nueva incursión, recordamos que el general José de San Martín realizó toda la campaña de los Andes, diez años después, con tan sólo 5.500 efectivos aproximadamente.
...Otra anécdota, muy importante para el espíritu del batallón gallego, sucede el 30 de junio. Se realizó una parada militar en la Plaza Mayor que debió haber sido imponente por la presencia de más de 8.000 soldados, o sea todo el ejército. Allí el Cabildo le obsequió al Tercio de Gallegos una gaita del regimiento 71 Highlanders de Escocia, por considerar que era un instrumento adecuado para el Tercio en la batalla...
El león inglés, domado...Después del combate, se produce una gran dispersión de hombres. El Tercio de Gallegos, según cuenta Cerviño, se replegó hacia la Plaza Mayor en el mejor orden que pudieron. Entre la noche del 2 al 3 julio, que pasó a la historia como la “noche triste”, porque la ciudad se encontraba a merced del enemigo y Liniers andaba por la Chacarita de los Colegiales. Chacra proviene del quechua – un idioma indígena -, que significa “campo”, Chacarita viene a ser como “campito”; y de los Colegiales, porque era el lugar del Colegio Real de San Carlos – actual Nacional Buenos Aires- en donde los estudiantes iban a recrearse; y que hoy constituyen dos barrios con esos nombres.
Mientras tanto, el Tercio de Gallegos y el tercer batallón de la Legión de Patricios estaban en la Plaza Mayor, en donde, un civil, el Alcalde Don Martín de Álzaga, tomó la gran decisión de toda la guerra. Este vasco empezó a organizar la resistencia, a levantar trincheras, poner cañones, organizar a la población y a las tropas. Así los atacantes tenían que pasar por unas calles en donde las casas tenían unas pesadas puertas, que poseían unos cerrojos con unas llaves enormes, imposibles de voltearlas, las paredes eran aproximadamente de un metro y medio de espesor, que a ni a cañonazos casi se las podían derribar; y recibían disparos desde los agujeros de las terrazas, que existían para el desagüe de la lluvia. De esta manera el soldado local estaba totalmente protegido por una fortaleza y el británico venía por un desfiladero que era un verdadero matadero, y en cuanto los invasores rompían una puerta, como las terrazas estaban conectadas, los soldados españoles escapaban rápidamente, lo cual proporcionaba una fabulosa guerra de guerrillas.
Sorprendido Liniers de que no se había conquistado la ciudad, vuelve con sus hombres y se suma a la defensa de Álzaga. Así renace la esperanza y el optimismo. El día 5 de julio fue la gran batalla por la defensa. Los ingleses fueron tomando algunas posiciones en donde izaban sus banderas. Las columnas de ataque se realizaron en tres grandes direcciones, el centro hacia la Plaza Mayor; la izquierda tomaría El Retiro; y el ala derecha se encaminó hasta la ribera sur del río para amenazar la Plaza Mayor, donde estaba el Fuerte.
Pero aquí viene el acto más heroico de toda la defensa de Buenos Aires, como fue la lucha por la Plaza de Toros, algo no todos saben que existió en la ciudad y que estaba en lo que hoy es el Círculo Militar y la Plaza San Martín. Allí estaba ubicado el cuartel de El Retiro, en donde estaba el arsenal de la ciudad. Además, sobre la barranca, había una batería de cañones que apuntaban hacia el río, pero que habían sido clavados – o sea inutilizándolos con un clavo en el agujero por donde va la mecha – para que no fueran usados por los ingleses si tomaban esa posición que era sumamente estratégica, porque la flota, que estaba fuera de alcance pero frente al Retiro, podía realizar un desembarco allí, y uniéndose a las tropas que provenían de tierra, tomar El Retiro y bombardear la Plaza Mayor.
Era seguro que uno de los ataques se iba dirigir hacia ese lugar, por lo cual se destacó a una compañía de Patricios; una de marineros – de la Real Marina Española -; otra de Pardos y Morenos, como asistentes de artillería; y la compañía de granaderos del Tercio de Gallegos, mandada por el capitán Jacobo Adrián Varela (1758-1818) nacido en La Coruña (Galicia), padre de Florencio Varela y entre cuya descendencia se cuentan varios próceres con ese apellido. En total eran alrededor de 600, que mantuvieron un duro combate hasta que empezaron a acabarse las municiones. Se ordenó a algunos soldados, de Pardos y Morenos, ir a buscarlas a los depósitos. Cuando llegaron descubrieron que estaba cerrado con llave. Como es de suponer en estos casos nadie tenía la llave y tampoco se podía romper la puerta de un pistoletazo. La situación era desesperada para el comandante de El Retiro, el capitán de la marina española Juan Gutiérrez de la Concha. Algunos dicen que se mareó, otros que se acobardó, o que la situación lo superó; lo cierto es que el liderazgo en ese momento no apareció por ningún lado. Varela propuso abrir una brecha – con los últimos tres cartuchos – en el cerco enemigo para luego evacuar al resto de la tropa. Mientras se mantenían las deliberaciones, el capitán gallego, sin autorización, se dirigió con algunos de sus hombres y, al grito de Santiago, encabezó un ataque con la espada en la mano y descalzo, porque las botas se le habían enterrado en un barrial. Los gallegos abrieron fuego una vez y realizaron una carga a bayoneta calada que consiguió crear un hueco en las líneas inglesas. Retornó para decirle al resto, que todavía discutía, que ya podían salir y así se pudo evacuar casi una tercera parte de las tropas. Los ingleses, comandados por Auchmuty, comenzaron a reagruparse y contraatacaron. Allí fue herido mortalmente el teniente de navío Cándido de Lasala. Un monolito, enfrente de la Plaza San Martín a la salida del subte, puesto por la Infantería de Marina recuerda al primer caído de ese cuerpo militar.
El ataque final a Buenos Aires se produjo en el Convento de Santo Domingo. Este lugar fue ocupado por el general Robert Crawfurd, que era el militar inglés de mayor graduación dentro de la ciudad, ya que Whitelocke estaba en el cuartel general en Miserere, en la casa de William White, contrabandista y comerciante de esclavos negros, que fue el aliado local y el guía de las tropas británicas.
Crawfurd estaba en el Convento de Santo Domingo, cuando llegó Varela con sus granaderos y tomó por asalto, desde atrás, a una columna británica. Un hecho sumamente curioso sucedió en este lugar. Los ingleses manifestaron sus intenciones de rendirse y avanzaron para formalizar la rendición un oficial británico y Varela, que le preguntó si el cañón que tenían allí enfrente, apuntándolos, estaba descargado. El inglés afirmó que sí. Entonces Varela sacó el sable y lo introdujo en el cañón, motivo por el cual el artillero le tiró un bayonetazo que le pegó en el costado, y otro soldado, también ofendido porque se había dudado de la palabra de un oficial británico, le pega en el vacío, según dice un cronista de la época. Pero Varela había actuado con muy buen tino porque realmente estaba cargado el cañón.
También es digno de mencionar Bernardo Pampillo, capitán de la 7ª Compañía del Tercio de Gallegos, que según consta en varios documentos, pedía ayuda para buscar a los enemigos y volvía al combate, cruzaba por arriba de las azoteas, traía prisioneros, andaba por todas parte y con su personalidad incitaba a todos a la lucha.
Finalmente Pampillo fue quien tuvo a su cargo la rendición del último bastión británico, o sea el Convento de Santo Domingo, al recibir en sus manos la espada del general Crawford, en la tarde del 5 de julio de 1807. En las capitulaciones, firmadas el 7, Whitelocke aceptó retirarse del Río de la Plata en un plazo de dos meses, devolver Montevideo e intercambiar los prisioneros.
Esta sublevación fue la semilla de la Revolución de Mayo, que un año después impulsó la mayor parte de los mismos argumentos propuestos en la Revolución de Álzaga, como por ejemplo, la creación de una junta local que gobierne en nombre de Fernando VII. La mayoría de los autores, de los muy pocos que han hablado escasamente del Tercio de Gallegos dijeron que después de la revolución de 1809 se disolvió.
¡¡¡Feliz Día da Patria!!!
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