Ha bastado la propuesta del Gobierno, todavía en discusión en el Parlamento, de declarar de pago las tres autovías del norte (en zonas más ricas como el Algarve son gratuitas), para pasar del malestar a la indignación. Las protestas han dado nuevos bríos a los defensores del regionalismo, cuyo exponente más destacado se llama Pedro Baptista, dirigente socialista que promueve el Movimiento Pro-Partido del Norte. "Portugal es el único país europeo que no permite partidos políticos regionales", dice este antiguo diputado del PS. La prohibición figura en la Constitución, vigente desde 1976, aprobada tras la revolución de abril de 1974. Eran otros tiempos y otra realidad, cuando en Lisboa inquietaban las ansias autonomistas de Madeira y Azores. Ahora, la mayoría de fuerzas políticas considera desfasado el impedimento de crear partidos regionales. Por ello, Baptista cree que es hora de exigir "una revisión constitucional".
El principal promotor de un partido del norte asegura que "el espíritu de revuelta se está generalizando" por una razón muy simple. "Es la única región que en los últimos 10 años ha retrocedido en todos los indicadores económicos. Ha habido un desvío sistemático hacia la región de Lisboa de fondos europeos que pertenecen al norte, y una política de concentración de inversión pública en aquella región". Oporto y Braga, los dos grandes núcleos del norte, no tragan con que grandes proyectos de obras públicas -el AVE, el segundo aeropuerto, la plataforma logística- estén previstos en Lisboa.
La lista de agravios es larga. El norte tiene el índice de paro más elevado de Portugal, 12% frente a la media de 9%, y el mayor número de pequeñas y medianas empresas que han cerrado las puertas. El 90% de los empleos públicos más cualificados están en la región de Lisboa. La competencia de los países asiáticos y la ampliación del mercado europeo han tenido efectos devastadores en la región. No ha sido solo la quiebra de pequeñas y medianas empresas del calzado, madera o textil, que absorbían mucha mano de obra. El cierre de Qimonda, compañía alemana de componentes informáticos que exportaba 1.000 millones de euros al año, ha sido un golpe muy duro para la región, al desaparecer un pilar de la balanza tecnológica portuguesa.
La combinación de regresión económica y social es explosiva. "Para colmo, aumenta el sentimiento de que el Gobierno no gobierna Portugal, sino solo su territorio y sus propios Ministerios, lejos del norte del país", lamenta Pedro Baptista. "No nos dejan tener una política regional autónoma, ni la tiene el Gobierno".
Ricardo Jorge Pinto, coordinador del semanario Expresso en la región de Oporto y profesor de la Universidad Fernando Pessoa de aquella ciudad, sostiene que muchos ciudadanos del norte están cansados de las promesas incumplidas sobre la regionalización de Portugal de los dos grandes partidos, socialista y socialdemócrata (conservador). "El primer ministro, José Sócrates, del PS, prometió durante la campaña electoral de 2002 Gobiernos con cierta autonomía en cinco regiones, que corresponden a las actuales comisiones de coordinación y desarrollo (norte, centro, Lisboa y Val do Tejo, Algarve y Alentejo). Ganó los comicios y nunca más habló del asunto". En las filas conservadoras pasa tres cuartos de lo mismo. "Pedro Passos Coelho, líder del PSD, habla de crear una región piloto -no especifica si en el norte o el Algarve-, y si funciona, ya se ampliará", explica Jorge Pinto.
El descontento ha contribuido al rebrote del regionalismo y de la idea de un partido regional, que defienda un proyecto propio para el norte. El alumbramiento del futuro Partido del Norte ya tiene fecha, entre finales de octubre y la campaña presidencial, con el objetivo de estar a pleno rendimiento para las próximas legislativas de 2011. "Comenzamos hace poco más de un mes y ya tenemos mil militantes. Esperamos llegar a 10.000 en octubre", asegura convencido Pedro Baptista. "Tenemos gente de todos los partidos e independientes, y muchos jóvenes que entran por primera vez en política". Si el nuevo Partido del Norte no puede ser inscrito con esta denominación, Pedro Baptista tiene un nombre alternativo, Partido Portugués de las Regiones, para el que ya ha recogido 7.000 firmas.
Los regionalistas reclaman "un recorte del gasto político centralista, de 15 a ocho ministerios", y una amplia reorganización administrativa territorial, pero no renuncian a sus objetivos máximos, que incluyen "autonomía regional, un Gobierno y un Parlamento propios". El norte no tiene una lengua propia, pero el regionalismo embrionario reivindica "una historia, una identidad y una forma de ser". "Portugal empezó aquí, en el norte", recuerda Baptista. "No somos un movimiento nacionalista, pero si Lisboa continúa con la política de ojos y oídos cerrados, el regionalismo puede transformarse en nacionalismo".
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